María, me he
pasado el día trabajando,
casi no he
tenido tiempo de pararme a rezar,
pero en esta
tarde quiero dirigirme a Ti,
porque solo en
ti encuentro aliento y fuerza para seguir.
Mi oración,
María, es muy sencilla,
pero sé que es
muy valiosa a tus ojos y eso me basta.
Yo sé que tú
no miras tanto la grandeza de las obras
cuanto el amor
con que se hacen.
Y es amor lo
que yo quiero poner en cada una de mis tareas,
es amor lo que
quiero sembrar en cada una de mis palabras.
Es amor lo que
quiero percibir en cada una de mis plegarias.
Es amor lo que
quiero enseñar a mis hijos
en cada una de
mis actuaciones con ellos.
Es amor lo que
quiero que mi marido encuentre en mí,
en cada
momento del día y de encuentro.
Es amor
desinteresado el que quiero manifestar
a mi esposo en
la vulgaridad de cada día.
Porque solo el
amor les va a hacer felices a ellos
y en mi va a
dar sentido a todo cuanto hago.
Es el amor el
que me mueve a sonreír a pesar de las dificultades
Es el amor el
que me hace permanecer al pié del cañón
cuando los
demás se cansan o descansan.
Es amor lo que
quiero sentir, cuando el cansancio y el desánimo,
intenten
invadirme.
Acoge, María
tú que eres modelo de entrega, mi plegaria sencilla,
en esta tarde
cualquiera de un día cualquiera,
cuando estoy
cansada de toda la semana,
del ajetreo de
las tareas de todo el día,
pero gozosa de
haberme entregado a los demás,
porque sé que
así ellos, mi familia, mis amigos, los hermanos con los que comparto mi día a
día, son un poco más felices,
porque sé que
cuando pongo amor, todo se convierte en amor,
y Tú que eres
amor, que nos amas y quieres que nos amemos,
te haces así,
presente en mi vida, en mi actuar.
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