Inmersos ya de lleno en este tiempo de ADVIENTO…
Nos paramos a
pensar y sin querer nos damos cuenta de la realidad de que en la vida hay cosas
que son cíclicas, cosas que se van, y vuelven con regularidad, las estaciones, el
calendario que vuelve con sus fechas fijas año tras año.
También es un
ciclo, un continuo el baile de los estados de ánimo para muchas personas,
(nunca dura eternamente la alegría, ni la tristeza, la nostalgia, ni la
diversión…).
Pero por otra parte, el paso del tiempo, es constante
ese que nos va haciendo más mayores… y con el paso de este llega de nuevo casi
el final de este adviento.
Y
el niño, al que hace tan solo unas semanas celebrábamos
como Cristo Rey, Señor del Universo, se ha convertido de nuevo en promesa, acogida por una mujer sencilla,
María con su SÍ a la entrega.
Volvemos a comenzar,
nos reiniciamos porque para cada uno/a de nosotros es importante recordar el
viejo relato, para seguir construyendo desde ahí.
Porque en la vida, y en la fe no todo puede
ser novedad, sorpresa y cambio.
Hay una historia de siempre que está llena de
verdad. Y tiene sentido volver una y otra vez sobre ella. Y por eso lo que vivimos es
lo de siempre, pero de una manera más profunda.
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